Capítulo 3: Sin forma

Bajé de la barca de un salto. Gracias a Cherry pude cruzar el río. El barquero, en una de sus múltiples miradas al embarcadero del otro lado, vio como ésta le daba permiso para que me llevara hasta allí.
Agarré una antorcha y fui tras los pasos de Cherry que, nada más bajarme, empezó a caminar. El camino se dividía en dos. A la izquierda, en la lejanía, podía verse una enorme puerta de hierro. A la derecha, el camino desaparecía en el interior de un bosque frondoso. Cherry me esperaba junto a los primeros árboles. Me acerqué a ella.
-¿Cherry? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde estamos?
Se limitó a mirarme.
Continué avanzando y vi sus pies descalzos sobre el césped. Sus piernas desnudas. A la altura del muslo le acababa un vestido azul de flores. Su pelo estaba despeinado y le tapaba un poco la cara. Le aparté el flequillo y le puse las manos sobre las mejillas.
-¿Cherry?
Sonrió.
-Vamos.
Se deshizo de mis manos y entró en el bosque. Estuve unos instantes paralizado, sin saber qué hacer. Podía entrar e ir tras ella o dar media vuelta y saltar la enorme puerta. Si la quería recuperar, tendría que seguirla. Corrí hasta alcanzarla.
-¿Dónde vamos?
-A dar un paseo-dijo con una sonrisa de felicidad. Como si estuviera en mi vida pasada, alargué la mano lentamente hasta rozar la suya. La apartó. En ese mismo momento, las metí en los bolsillos. Pero, sin poder evitarlo, la miraba fijamente. No había cambiado.
-Espero que sepas a dónde vas...
-¿Qué tal estás? ¿Has encontrado a otra chica?- preguntó con la mirada clavada en mis ojos. Una mirada que nunca había visto en ella.
-Esa pregunta es asquerosa...
Rió a carcajadas.
-¿Te hace mucha gracia?
-La verdad es que sí.- volvió a mirarme- Porque si hubieras rehecho tu vida no estarías aquí.
Entonces, me di cuenta de que no pestañeaba.
-Espera... Tú no eres Cherry.
Su risa resonó por todo el bosque.
-¿Quién eres?-pregunté. Pasó por detrás de un árbol y apareció un hombre-¿Papá?-.
-Tu padre está muerto.
-Entonces, ¿Quién eres?
-Eso no es importante-miró al interior del bosque. Allí, un perro nos observaba. Se acercó hasta él y le acarició el pelaje negro. Le dijo algo al oído y corrió en dirección al embarcadero. Mi padre volvió hasta el camino. Cuando pasó por detrás de uno de los árboles apareció Joe, el que me hizo cavar a punta de pistola. Noté como un escalofrío recorría mi espalda.
-Tranquilo,-dijo sin pestañear y levantando los brazos- sólo quiero hablar. Necesito que me ayudes. A cambio, te daré lo que quieras. Pide un deseo-dijo sonriendo a la vez que abría la boca.
-¿Te estas riendo de mí, no?
-En absoluto.
-¿Lo que quiera?
Asintió.
-Quiero a Cherry.
-¿No prefieres vivir? Si no vives, no podrás tener a Cherry. ¿Hay trato?
-Sí-dije inseguro. No había entendido muy bien aquella última frase. Estrechamos las manos con fuerza.
Sacó una pistola y me apuntó a la cara. Corrí al interior del bosque, a través de los árboles y la maleza. Me tropecé y caí de bruces contra el suelo. Intenté agarrarme a un árbol para salvar la caída pero lo único que conseguí fue arrancar un poco de corteza con mis uñas. Me di la vuelta. Cherry me apuntaba con la pistola.
-Lo siento-dijo con una enorme sonrisa. Me levanté como pude y continué corriendo.


Grité hasta que no me quedó aire en los pulmones. Estaba empapado en sudor frío. Miré a mi alrededor. Estaba en mi cama. Me pasé la mano por el pelo y por la nuca. Al agarrar las sábanas para taparme, las manché de sangre. Volví a pasar la mano por la nuca. Tenía una herida abierta del tamaño de mi pulgar. Miré la almohada, había una enorme mancha de sangre con una bala sobre ella.

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