Capítulo 5: 1

Abrí el grifo y puse las manos en el agua para refrescarme. Los nervios se estaban apoderando de mí. Me empapé la cara con agua fría para amortiguar la histeria. Fuera del lavabo, podían oírse el rugido de los motores y los gritos de la multitud exaltada.
Hacia mucho tiempo que no me fijaba en mi aspecto y, la verdad, es que era horrible, muy diferente al de años atrás o al del hombre trajeado que se secaba las manos en la otra punta de los lavabos.
Aquel hombre cruzó los servicios y seguí con la mirada su reflejo hasta que se encontró con el mío. El yo del otro lado del espejo me miraba con cara de rabia y con las venas marcadas en la frente. Pasé la mano por mi rostro pero ni noté las venas ni se reflejó mi movimiento.
-¡No dejes que se escape!-me dijo con voz gutural.
Reaccioné de inmediato, como si el diablo se hubiera apoderado de mí
Me acerqué al hombre y le empujé contra la puerta. Después de un ruidoso golpe, cayó. Lo agarré por la camisa. Abrió los ojos y me propinó un puñetazo en la mandíbula que hizo que me tambaleara y, para evitar la caída, tuve que soltarlo. Se abalanzó sobre mí, agarrándome el cuello. Apretaba con fuerza y empecé a notar la ausencia de aire en mis pulmones. Lo cogí por la americana y lo empujé hasta los lavabos. Detrás de él, estalló el espejo. Cayó al suelo de bruces. Le di la vuelta y le asesté dos puñetazos en la cara. Movió la cabeza y entreabrió los ojos. Dijo algo que no entendí. Le di otro puñetazo. Escupió sangre.
Dame lo que le debes!
-Yo no le debo nada a nadie, niñato.
Recibió un directo en la nariz. Abrió los ojos mientras la sangre le bajaba hasta la boca. La puerta de uno de los retretes individuales se abrió de golpe. Ambos nos sobresaltamos por el fuerte estruendo. Salió Cherry gritando.
Mátalo!-repetía continuamente. Los nervios volvieron ha apoderarse de mí.
-¡Ese no era el mensaje!
-El mensaje es este-se agachó y agarró un trozo de espejo. La mano de Cherry comenzó a sangrar pero no parecía sentir el dolor. Le clavó el cristal en la camisa y se la rajó, cortándole también la piel. Le arrancó la camisa con violencia y, con el cristal, le marcó un extraño símbolo en el pecho. El hombre se retorcía de dolor y gritaba con fuerza. El símbolo desapareció entre la sangre y Cherry me alargó el trozo de espejo. Lo cogí y me acerqué él.
-Esa zorra no es quien tú te piensas-me dijo en voz baja.
-No es una zorra.
-Me da igual, te esta utilizando.
-¡No hables así de Cherry!
Le clavé el trozo de cristal en el pecho ensangrentado. Una y otra vez. Su sangre salpicaba mis brazos, mi ropa, mi cara. Pero no podía parar.
-Déjalo ya.-dijo Cherry. Paré. El hombre estaba agonizando y le costaba respirar-Vámonos-.
Lo miré con lástima. No podía dejarlo así. Le clavé el cristal en el cuello.
Cherry me miró y sonrió.
-Ya solo quedan siete.

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